martes, 6 de enero de 2015

Exégesis del “Siglo Largo” (1789-1914).

Exégesis del “Siglo Largo” (1789-1914).

Mtro. José Andrés Camino de Villa.

Denominado así por el historiador británico Eric Hobsbawm, se considera un período de relativa paz y estabilidad en el Continente Europeo. Sin embargo, también se caracterizó por el auge de la burguesía, quién apoyada en las Ideas de la Ilustración, desafío al “Antiguo Régimen” dominado por la monarquía y apoyado por la nobleza y el clero.

En dicho período nos encontramos con las siguientes características:

  • ·         Propagación de la idea de Estado-Nación moderno a lo largo y ancho del Continente Europeo.
  • ·         Surgimiento del Estado de Derecho.
  • ·         Auge de la economía liberal-capitalista.
  • ·         Predominio de los valores de libertad, igualdad y fraternidad, fruto de la Revolución Francesa.
  • ·         Tensión entre el voto censitario y el voto mayoritario.
  • ·         Aparición de una sociedad de clases.
  • ·         Expansión imperial de las potencias europeas, sobre todo en Asia y África.
  • ·         Desaparición de los Imperios Multinacionales: Imperio Austro-Húngaro, Imperio Ruso e Imperio Otomano.

Desde la perspectiva del autor mencionado, el “Siglo Largo” se subdivide en la “Era de la Revolución” (1789-1848), “Era del Capital” (1848-1871) y “Era del Imperio” (1871-1914), mismo que concluye con el inicio de la denominada “Gran Guerra” (1914-1945).

1.      La Era de la Revolución (1789-1848).

Según el Mtro. Raimundo Viejo Viñas fue resultado de dos revoluciones: la revolución industrial británica y la revolución francesa. Cabe mencionar que desde la perspectiva de Eric Hobsbawm, nos encontramos que las últimas décadas del siglo XVIII representaron –al menos para Gran Bretaña- un cambio en sus patrones de vida, fomentados por el exceso en el crecimiento de la población lo cual permitió un proceso migratorio del campo a la ciudad.

Ante el lento, pero gradual incremento en los niveles de vida de ese país, ocurrió el fenómeno denominado “el despegue” (Cfr. Eric Hobsbawm, “En torno a los orígenes de la Revolución Industrial”), mismo que consistió en que la sociedad comenzó a superar los niveles básicos de subsistencia, situación que le permitió el inicio de un proceso gradual de acumulación capitalista, que devino en el surgimiento de la clase burguesa industrial.

Mientras tanto, en Francia la Revolución fue de índole política. Inspirada en los ideales ilustrados, pregonados por pensadores como Voltaire, Rousseau y Montesquieu, se comenzó a cuestionar el “derecho divino” de los monarcas, de cuyos debates se presentó la dicotomía acerca de la forma “ideal” de gobierno, entre la Monarquía Constitucional y la República.

De igual forma, la tensión arriba mencionada se correlacionó con el desplazamiento de la nobleza por la alta burguesía como la clase social dominante en Francia –lo cual entra en concordancia con lo sucedido en Gran Bretaña.

Asimismo, algunos de los aportes de período mencionado fueron los siguientes:
  • ·         Desarrollo de la Revolución Francesa, lo cual constituyó el primer gran golpe al “Antiguo Régimen” de la Monarquía de los Borbones en dicho país, mismo que transitó hacia la 1° República y posteriormente, al Imperio Napoleónico.
  • ·         Se adoptó el voto censitario en beneficio de la burguesía y detrimento del proletariado.
  • ·         Surgieron los primeros esbozos del constitucionalismo moderno de corte liberal, mediante los cuales se pregonaron el respeto a los derechos fundamentales del individuo, así como el desarrollo económico basado en el capitalismo industrial.

Luego de las Guerras Napoleónicas, el Congreso de Viena (1815) y el Sistema de Conferencias creado a raíz de él, restauraron temporalmente el Antiguo Régimen basado en una alianza de monarcas cristianos, cuyo fin era mantener sus lazos dinásticos conforme al Derecho Divino  por oposición a la revolución, el liberalismo y el nacionalismo (Cfr. la “Santa Alianza”). No obstante, los brotes revolucionarios resurgieron en 1830, dando origen a los nacionalismos modernos, mismos que hicieron alzar nuevamente la voz en el marco de las revoluciones de 1848.

2.      La Era del Capital (1848-1871).

Dicho período comenzó con la llamada “Primavera de los Pueblos” ocurrida en el marco de las “Revoluciones de 1848”, teniendo lugar fundamentalmente en Francia, Italia, Hungría y algunos lugares de la Confederación Germánica, esta última creada en 1815 y cuyo rol consistía en establecer un orden político en el centro de Europa como un sustituto del Antiguo Sacro Imperio Romano Germánico.

Los efectos de este período fueron los siguientes:

·         La profundización de las ideas de la Ilustración.
·         Construcción de Estados Nacionales y profundización de las ideas nacionalistas entre aquellos pueblos que aún no habían podido construir su respectivo Estado (Ej. Polonia y Checoslovaquia).
·         Desarrollo de mercados nacionales en el ámbito de la economía capitalista.
·         Profundización de la lucha de clases e irrupción de las ideas socialistas en Europa.

También cabe mencionar que en dicho panorama se gestaron los procesos de unificación nacional en el centro de Europa, concretamente en Italia y Alemania. Es de destacar que la trascendencia política de las ideas ilustradas permeó en el ámbito del arte y la literatura por medio del “romanticismo”, que se expandió principalmente por Francia y Alemania.

Asimismo, el “romanticismo” privilegiaba fundamentalmente la individualidad del artista por encima del colectivo, y encontraremos personajes –en sus distintas áreas- como Émile Zola, Víctor Hugo, Wagner, entre otros.

Por otra parte, se puede apreciar el divorcio entre ciencia y religión, destacándose la obra de “El origen de las especies” (Charles Darwin), mientras que en el ámbito filosófico cobra auge la ideología del positivismo, a través de la cual, el progreso se convierte en el motor de la historia (Augusto Comte), situación que iba de la mano del capitalismo y el progreso industrial.

En contraste, las masas campesinas tendieron a emigrar hacia las ciudades y consolidar una nueva clase social: el proletariado. Este sector de la población fue permeado por las ideas del socialismo, mismo que transitó de ser un “socialismo utópico” a un “socialismo científico”, el cual planteaba entre sus objetivos: la necesidad de cambiar el sistema político –entendido como de carácter burgués- de raíz; así como la creación de un modelo organizativo y de práctica política que permitiera llevar a cabo el cambio pretendido. Consecuencia de ello fue la fundación de partidos políticos socialistas en la mayor parte de Europa, quiénes se enfrentaron a un dilema: “la revolución o la posibilidad de alcanzar el poder por medios pacíficos” (Viejo Viñas, Pág. 18), es decir a través de la vía electoral.

Esta contradicción entre ideales de corte liberal-burgués y su contraparte socialista, generarán un ambiente de tensión social que se traduciría posteriormente en una crisis social y política en la mayor parte de Europa durante el período citado, cuyos efectos se harán sentir de manera notoria hasta el siguiente período en cuestión.

3.      La Era del Imperio (1871-1914).

Como telón de inicio se tiene que mencionar el ámbito de la Guerra Franco-Prusiana que posibilitó la Unificación Alemana en 1871, dando pie al surgimiento de la principal potencia continental en Europa; mientras que en Francia se propició el fenómeno de la Comuna de Paris. En ese ámbito, Les communards, entre quienes destacaron Louise Michel y Louis Blanqui –éste último encarcelado- planteaban un proyecto de nación de corte socialista que llevara a cabo una descentralización administrativa, iniciativa que fracasó y dio origen, en consecuencia a la 3° República Francesa.

En el ámbito internacional, este período se caracterizó por la expansión imperialista[1] de las principales potencias europeas, particularmente Gran Bretaña y Francia, quienes junto con otras naciones europeas plantearon durante la Conferencia de Berlín (1884) los siguientes objetivos:

Ø  Cerrar los dominios coloniales al resto del mundo, entendiendo que las colonias se erigían en monopolios de las potencias (incluyendo a Japón y E.U.A.).
Ø  El desarrollo del capitalismo financiero por medio de la exportación de capitales provenientes de las metrópolis con dirección a la periferia –en particular Asia y África- (Viejo Viñas, Pág. 21 y 22).

Consecuencia de lo anterior, el proceso de expansión colonial europeo se tradujo en una especie de “conciliación” entre la burguesía y el proletariado, ya que el proceso de acumulación capitalista permitió la formación de compañías colonizadoras (fundamentalmente británicas y holandesas, aunque también posteriormente hubo compañías francesas, alemanas y belgas) que requirieron la mano de obra, que en parte provenía del proletariado industrial, aunque en ocasiones también tomaron parte en ella personas desplazadas de zonas rurales y sin posibilidad de acomodamiento en las zonas industrializadas. En dicho período, aparecieron los primeros partidos socialistas organizados, como lo fueron, el Partido Social-Demócrata en Alemania y el Partido Laborista Británico.

No obstante, el Orden Internacional devino inestable, debido al expansionismo imperial de las potencias europeas –además de Estados Unidos y Japón-, así como del desarrollo de la carrera armamentista entre los Estados de la Triple Alianza (Imperio Alemán, Italia e Imperio Austro-Húngaro) con relación a los de la Triple Entente (Francia, Imperio Ruso y Gran Bretaña), motivo por el cual, luego del asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono de los Habsburgo durante el año 1914, se dio inicio a la Primera Guerra Mundial y teniendo como lugar, el final del período denominado “Siglo Largo”.

4.      Aportaciones del período y comentarios:

En términos generales, el “Siglo Largo”, fue considerado un período de relativa paz y estabilidad en Europa debido al “Concierto Europeo” creado a partir del Congreso de Viena (1815) por medio de las intervenciones de Klemens W. v. Metternich y Charles M. de Talleyrand, mediante el cual se perseguía combatir cualquier tendencia de corte nacionalista, liberal o revolucionaria.

No obstante, luego de las Revoluciones de 1830 y 1848, así como de los procesos de Unificación en Alemania e Italia, se fue acentuando la tensión entre los Imperios Europeos representativos del “Antiguo Régimen” (Imperio Ruso, Imperio Austro-Húngaro y en un grado mucho menor, el Imperio Otomano), frente a los Estados Nacionales representativos del “Nuevo Régimen” (fundamentalmente Monarquías Constitucionales o Repúblicas), teniendo en medio a una Francia fluctuante entre Monarquía Absoluta, Monarquía Constitucional, Imperio “Liberal” y República, cumpliendo una labor de “termómetro” acerca del devenir político en Europa.

Asimismo, también nos podemos encontrar con otro tipo de avances durante el período citado, como serían los siguientes:

Ø  Creación de las grandes redes de comunicación: Ferrocarril, trenes, tranvías, barcos de vapor, etc.
Ø  Desarrollo de la fotografía, la cinematografía, el teléfono, telégrafo y el gramófono.
Ø  El nacimiento del periodismo.
Ø  Surgimiento de la opinión pública. (Viejo Viñas: 24-27).

Tomando en cuenta los elementos anteriormente mencionados, valdría la pena llevar a cabo una reflexión con mayor profundidad sobre los avances y logros ocurridos durante el período en cuestión, a efectos de fomentar el análisis y debate acerca del mismo.

5.      Fuentes consultadas:

  • Ø  HOBSBAWM, Eric (2005): La era del imperio (1875-1914). Ed. Crítica, Barcelona, 65-93 pp.
  • Ø  VIEJO VIÑAS, Raimundo (2005-2006): “El largo siglo XIX (1789-1917)”, Història del Món Contemporani, Llicenciatura en Comunicació Audiovisual, España, 28 pp.


México D.F., a 6 de Enero de 2015.



[1][1] A finales del siglo XIX, el concepto de “Imperialismo” contaba con una carga ideológica que distaba mucho de asemejarse con los imperios de épocas antiguas. Por lo tanto, las características de dicho concepto en el período en cuestión fueron distintas. Entre ellas cabe mencionar que el cargo de “Emperador” consistió en un título –en ocasiones honorífico- que ostentaron un considerable número de gobernantes de esa época. Asimismo, la expansión colonial  fue resultado de un proceso de “expansión nacional” indisociable tanto en términos políticos como económicos, resultado de una “nueva fase del capitalismo” que adquirió rasgos monopolistas que, a su vez, incrementó la demanda de materias primas, desarrollo tecnológico y redes de transportación internacional, sobre todo en las colonias europeas y sus respectivas zonas de influencia. También tuvo una connotación negativa ya que justificaba una política de dominación cultural, económica, ideológica y racial, en beneficio de las potencias de aquella época. Fuente. Eric Hobsbawm (2005): La era del imperio (1875-1914). Ed. Crítica, Barcelona, Pág. 68 y ss.

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